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El precio del riesgo

22 feb. 2019

El precio del riesgo

El 2018 se caracterizó por ser un año complejo para los mercados de manera generalizada.

La mayor parte de los activos a nivel mundial sufrieron pérdidas de valor, provenientes de diversos hechos, tales como el Brexit, políticas monetarias más restrictivas, guerras comerciales, disminución en perspectivas de crecimiento, incrementos en riesgos por parte de economías emergentes, entre otros.  Todos estos eventos han traído como consecuencia un aumento en las primas de riesgo que se traduce en un pago de mayor rendimiento en los activos, lo que lleva a preguntarse ¿cuál es ese precio y en función de qué se asigna?

En el flujo de activos siempre existe la probabilidad de que no se concreten de la forma esperada para el inversionista. Es decir, existen riesgos, por lo que el inversionista exigirá una mayor compensación por asumirlos, mismos que se podrán ir ampliando de acuerdo con las características propias de los activos, así como del entorno económico actual.

Comparativamente se puede pensar en un bono corporativo en el que de manera muy general la prima de riesgo pagada al inversionista se refleja en la tasa de interés que toma en cuenta información riesgo país, inflación actual y esperada, así como la prima de riesgo en caso de que la compañía entre en default (que no cuente con dinero líquido, en efectivo) y no pueda hacer frente a sus obligaciones con los tenedores de sus bonos. De igual manera, se podrían desglosar los riesgos de un bien inmueble donde los factores más importantes a considerar serían los ingresos a través de rentas, el ajuste inflacionario en las mismas y el valor del inmueble al momento de la reventa. Por su parte, el mercado accionario muestra un mayor número de variables a considerar teniendo que pagar un mayor rendimiento derivado del riesgo que éste carga.

Sin embargo, aunque la identificación de riesgos para cada clase de activo en el mercado parece una tarea sencilla, la cuantificación en términos monetarios resulta un poco más compleja, pues cada uno de los factores de riesgo deben ser compensados a través de un retorno adicional.

Se puede tomar como ejemplo el caso de un bono, donde adicional a la tasa libre de riesgo y a la inflación esperada, el precio por el riesgo del default recae en la probabilidad de ocurrencia de la misma, que a su vez va en función de la estructura financiera de la empresa, así como de la perspectiva económica que pueda incidir sobre sus resultados. Si dicho bono posee una alta calificación crediticia al momento de su emisión y, posteriormente se deteriora dada una menor fortaleza financiera, éste podría revenderse en el mercado secundario a un mayor descuento. Sin embargo, algunas de las veces el mismo mercado podría tardar en reflejar el verdadero valor del bono, o en casos de mucha aversión al riesgo llega a exagerar, generando un descuento mayor al real, motivo por el cual es importante cuantificar los riesgos, ser selectivos y mantener la calma en aquellos momentos en los que el miedo rebasa la cordura propiciando un mercado donde vender es una mala idea.

Finalmente, se puede decir que, aunque parece relativamente fácil definir los riesgos implícitos en un activo, la forma de cuantificarlos no siempre lo es, teniendo como consecuencia que en algunas ocasiones el mercado tienda a exagerar dichos riesgos y consecuentemente la valuación difiera a la real, creando por tanto oportunidades a aquellos inversionistas que las sepan identificar y mantengan la paciencia hasta que el mercado cuantifique y pondere de manera correcta los riesgos reconociendo finalmente el verdadero valor de los activos.

Por Alberto Jiménez Nolasco
El autor es Especialista Bursátil en BBVA
alberto.jimenez.1@bbva.com